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martes, 18 de abril de 2017

Alienígenas ancestrales y sus carreteras

     
   

     Dirigiéndome como Stendhal a los «pocos felices», no desearía quedar combatiendo a los farsantes misteriosos como quien sacudiera sin piedad a un minusválido, porque jamás haría tal. Pero se ridiculiza solo hasta ofender la inteligencia ajena ese emborronador de novelas, con personajes planos, anodinas tramas sin suspense y pintura de ambientes burda, que ha recorrido miles de kilómetros tras los ovnis como tarambana en pos de papelotes volanderos. Aludiendo a serrín encefálico su apellido, confunde el remedo de la armadura de un conquistador con una escafandra espacial, para defender el contacto entre alienígenas y una tribu amazónica.



   
     Para colmo, en calidad de astrónomo aficionado, es incapaz de distinguir un Sol rojizo y la Luna bicorne, y aun los rayos filtrados por una nube, de platillos volantes. ¿A tanto llega su truhanería redomada como para preterir que vimana es lo mismo un palacio que un santuario con techo piramidal, dedicado al carro del Sol?



 
      Halla también, de aquel encuentro en la tercera fase, huella impresa donde en Malta, anteriormente a que el mamut degenerase en elefante enano, el hielo armado de material duro abrió con su avance estrías glaciares, tomadas por cart ruts o 'rodadas de carro', muchas de las cuales se continúan en la meseta submarina calcárea del estado insular. Las de la superficie seguirán siendo ahondadas por la escorrentía, aguas salvajes.
    Aun así, los extraterrestres regresan para frustrar la marcha de nuestros vehículos, entre otras mercedes; aunque, usando los servicios secretos la dispersión de rayos X en la detección de mercancías e inmigrantes ilegales, nada extraordinario tenga que los coches con bujías expuestos padezcan insuficiencia de la chispa. Tal radiación ioniza el aire sin desviaciones eléctrica ni magnética.

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