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viernes, 23 de diciembre de 2016

¿Quiénes gobiernan el mundo? ( I I )

 

 
    ¿Qué sentido tienen saludos convenidos contra el intrusismo, del tiempo en que el gremio no contaba con un colegio de arquitectos, en una asamblea aparente de conspiradores contra el rey absoluto y la Iglesia bajo la democracia? Si tras la independencia de las trece colonias británicas hubo masones (a favor de la descentralización del poder, por ende), carentes las logias de órgano central, la masonería es la última interesada en un utópico gobierno planetario.
      Admitiendo que la Segunda Guerra Mundial haya sido premeditada hasta el último detalle por los vencedores de la Primera, cifrados en la bancocracia de ingleses y americanos, se debe concluir que no pudieron prever las resultas del vacío en Europa Central y el Pacífico (Alemania y Japón debelados); ni contaron en sus cábalas con la desintegración de la Commonwealth y el imperio colonial francés, junto con un estado de permanente anteguerra, o escalada armamentística, entre Estados Unidos y una Unión Soviética enardecida como otrora lo fuese el mundo árabe por Mahoma.
    Según los fantaseadores del esoterismo, Lincoln* y Kennedy fueron eliminados por haber ordenado la impresión de millones de dólares sin interés, al Departamento del Tesoro (enturbiaría las señales del mercado). Pues tan ineluctable es el yugo que imponen a las naciones los bancos centrales, habría que preguntarse por  qué han terminado algunos de ellos afrontando en nuestros días tipos de interés negativos; lo que los convierte, indeliberadamente, en redistribuidores de riqueza desde el ahorrador al prestatario; a saber, mientras al último se le prima (con nunca tan alta desincentivación bancaria desde 1985), el primero podría exigir el reintegro, a falta de remuneración.
    El verdadero «nuevo orden mundial» no lo han ejecutado los iluminados: lo concibió y presentó Keynes en la conferencia de Bretton Woods (1944), y su incumplimiento precipitó la estanflación de 1973, por la crisis del petróleo, para abocar al desastre de 2008.

(*)  Muere medio siglo antes de crearse la Reserva Federal, que ajustará la oferta de dinero al movimiento del oro.

jueves, 22 de diciembre de 2016

¿Quiénes gobiernan el mundo? ( I )

    
     De ser cierto que un Leviatán de banqueros señorea el destino de la población mundial desde el nacimiento del capitalismo, la Revolución rusa y el nazismo hubiesen sido sufragados por los Pazzi, los Médicis (desbancando a los anteriores, quebraron absorbidos por la política) o bien los Fúcar, o Fugger,  por el Imperio español arrastrados a la bancarrota. En la delirante conjura judeomasónica de capitalistas contra la civilización occidental, creyó un megalómano como Hitler, quien, sabiendo que Trotski, residente en Nueva York, y Lenin fueron masones financiados por la cúpula de banqueros judíos, acabó con la hegemonía de los Rothschild en Europa Central.
     El führer se precavió de la miseria infligida a Rusia por desaprobar un Banco Central de titularidad judía el zar, a quien denegó el financiero hebreo incluso el suministro de armamento, tras embarcarlo en una guerra contra Japón. Por ello precisamente, aplicaría la reforma monetaria de Schacht la industria pesada alemana, aceptando «letras de trabajo» a corto plazo, proporcionadas a los bienes producidos y paralelas al marco.
     Confrontemos el discurso de Kennedy poco antes de su asesinato con el de Luis Felipe de Orleans, en los jardines de cuya casa se urdió la toma de la Bastilla. El gran maestre masón que sería guillotinado dijo:
      «... una república no debe [...] tolerar ningún misterio, ni tampoco reuniones secretas».
      Y advirtió el presidente:
     «... nos enfrentamos en todo el mundo a una conspiración monolítica y despiadada que se funda en la ocultación para expandir su esfera de influencia [...], en la subversión, en vez de votaciones, en la intimidación, en lugar de la libre elección...».
     Harina de otro costal es que, originariamente impulsada la camarilla de banqueros e industriales por un idealismo filantrópico, las logias masónicas degenerasen al punto de injerirse en la gobernación, a través de donaciones a cambio de contratos públicos y pretendiendo el amaño de concursos para controlar los servicios, preludio todo ello de una sistemática privatización del Estado.

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