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martes, 23 de agosto de 2016

¿Pisó el hombre la Luna? ( I I )

                                                                              

     
     En portales y webs de divulgación científica, el grueso de sus colaboradores sigue propugnando con servilismo la versión oficial de los alunizajes; hecho nada extraño viniendo de ciertos pedantes o, en palabras de Unamuno, «estúpidos adulterados por el estudio», quienes no acaban de asumir, a contracorriente de la ingeniería, que los problemas resolubles por la mecánica newtoniana son excepcionales, y no la regla común. 
     Insistiré en que huelga enviar hombres a la Luna para conocer su estructura y composición, ya que basta con que una sonda automática deje sismómetro y magnetómetro, alimentados por una batería nuclear, y se transmitan a la Tierra los datos de una prospección sísmica: la velocidad de las ondas longitudinales crece en razón directa a la rigidez del material, etc. Además, suponiendo al satélite desprendido del manto terrestre colisionado, a miles de grados por consiguiente, sería un magma básico como emergente en fractura de placas, tipo que originó el yacimiento diamantífero sudafricano donde fue hallado el titanato de hierro y magnesio «traído por los astronautas».
   ¿Por qué descartar yacimientos de platino y magnetita (mezcla de óxidos), con el mismo origen ortomagmático? Son los diamantes casi tan antiguos como la Tierra. Condenada a unos 180 ºC de noche, que la Luna carece de atmósfera (y, por ende, enrarece los elementos volátiles: oxígeno y carbono) lo manifiesta no sólo su falta de nubes, sino su tajante terminador de sombra. Conforme a su momento de inercia, posee un núcleo denso; para la densidad media lunar respecto a la del basalto, muy menudo. No habiendo arrebatado al centro terrestre hierro fundido, escasearán elementos solubles en él, como el platino; y, en detrimento del bajo punto de fusión (sodio, potasio...), los componentes de piroxeno, anortita y olivino abundarán. La segunda, por cierto, la contienen unos pocos meteoritos caídos en la Antártida, susceptibles de descortezamiento.
   Confirma la impostura preliminar, con previsiones de una robótica en auge que materializase las huellas selénicas del hombre, que este es en el espacio semillero de ruido, tanto por vibraciones como a causa de los infrarrojos; y su campo gravitatorio, aun cuando iguale al peso de una pulga, muda con su traslado, afectando a los más sensibles instrumentos.

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