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sábado, 8 de agosto de 2015

El fin del mundo... ¿ocurrió ya?

  
   Se achaca a los cometas, llamados «bolas de nieve sucia» por los astrónomos diletantes, la ambivalencia de provocar colisionando tanto la siembra de vida en nuestro planeta como la extinción de los dinosaurios. Ciertos autores, ostentando en su logia una camarilla y más hinchazón que tino al publicar, han confundido las Pléyades (¡el cúmulo abierto más renombrado!) con siete fragmentos cometarios, causantes hipotéticos del diluvio universal, sin mayor fundamento que el imaginario tribal a juego con un catecismo masónico. Cuando el primer sol primaveral estuvo bajo las Pléyades (las siete estrellas que Enoc vio caer sobre la Tierra), anunciaban las lluvias mediterráneas. El ingeniero Robert Lomas y su comparsa, Knight, detallan las leyendas de la zona tórrida o tropical (con medio año de estación lluviosa) para defender la universalidad del Diluvio en La máquina de Uriel. Después de semejante botaratada, ningún crédito puede concederse a la fábula de que Enoc fuese conducido desde Oriente Próximo a Stonehenge, para advertirle, con su pueblo, del choque inminente de un cometa. El judío de Babilonia habla de 16 horas de luz en el solsticio de verano porque el persa Darío I llegó al delta del Danubio.
    Por lo que toca a los estudios de la luz venusiana cada ocho años en túmulos con corredor (uno en Gales y otro en Irlanda), lucero que permitió a los aborígenes sincronizar los calendarios, ya los había efectuado el profesor de astronomía y antropólogo Anthony Aveni (Stairways to the stars: skywatching in three great ancient cultures). De antes se sabía que, por los huecos entre megalitos de Stonehenge, se observó el orto y el ocaso de estrella o planeta para comparar su declinación con la del Sol. Añadiremos que cuando esté en la eclíptica, o su latitud sea cero, se simplifican los cálculos, y en el triángulo rectángulo que se forma (al buscar en ángulo recto con el ecuador un semicírculo, el que pasa por el astro), los grados de la eclíptica son constantes (ahora 23º y 1/2). Conocida entonces la declinación, se obtendrán la ascensión recta y la longitud (0º en el punto Aries del equinoccio, 90º en el Cáncer del solsticio, etc.), con trigonometría esférica.
    Digamos de paso que los libros de historia no nombran a ninguna cultura «grooved ware», sino a la de cerámica campaniforme, que data del 2200 a. C.; no del año en que se excavaron los 56 hoyos de Stonehenge.

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